Ayer asistimos a un discurso presidencial distinto, que logró la cuota de sorpresa necesaria y en el cual podemos distinguir dos partes esenciales.
Primeramente comentó la herencia recibida, resaltando los errores cometidos y nombrando en algunas oportunidades a aquellos que considera los culpables. Asimismo, explicó las medidas tomadas para reducir el gasto de un estado sobredimensionado, lleno de pozos negros donde se pierden los recursos que en este momento son primordiales.
Luego pasó a explicar con vista al futuro el puente que tenderá para recomponer la relación con los gobernadores, siempre y cuando lo acompañen para aprobar las leyes que considera imprescindibles.
Es decir, pateó la pelota al campo contrario y en cierto modo, dejó a los políticos descubiertos. No será fácil explicar al pueblo porqué se oponen a posibles beneficios.
Con esto cambió el juego. No reiteró la confrontación, sino que los obliga a tomar posiciones a favor o en contra, pero de cara al pueblo.
Finalmente comentó el decálogo que considera imprescindible para lograr la unidad necesaria, muchas de las cuales se vienen reclamando sin que se consiga aprobarlas.
Fijó una reunión en la provincia de Córdoba para el 25 de mayo próximo, para discutir las diez medidas para su gobierno.
Las mismas son: